Por Psic. Abraham Hernández Gaytán
Junio de 2008, el canal VH1 presenta su nuevo reality show llamado
“Scream Queens” de la mano de las
productoras Lionsgate y Twisted Pictures. Listo el set, listos
los reflectores, comienza la función.
Diez actrices aspirantes competirán por convertirse en la
próxima Scream Queen y ganar un papel
en la sexta entrega de la exitosa saga del cine de terror “Saw” cuyas ganancias alcanzaron los 700 millones de dólares tras
siete películas. En la primera competencia, ellas tendrán que suplicar por sus
vidas frente a un asesino con una motosierra.
Los jueces: Shawnee Smith, la inolvidable y retorcida
“Amanda”, James Gunn, escritor y director de Slither y de Dawn of the Dead,
y John Homa como maestro de actuación. Los tres determinarán quien se quedará y
quien recibirá "el hachazo", para ser eliminada.
Preséntate. Sonríe y posa novel actriz que te están filmando,
que tu histrionismo compita a través de tus miradas con desdén. Debes saberlo
de cierto “no siempre la más bella es la mejor”. Demuéstralo que este es tu
momento, sabes que no todos los caminos llevan a Hollywood.
De pie, sumisa y profesional espera las instrucciones.
Oculta el nerviosismo, aún no es tiempo de que muestres tu fragilidad. Ya lo
sabemos, aún eres inexperta frente a la cámara. Demuestra lo que vales: Corre
sin parar, grita tan fuerte como puedan tus pulmones jóvenes, cae al suelo y
expresa tu dolor, mira al asesino fijamente, déjale ver que te resististe y espera
que tu cuerpo mutilado te lleve al estrellato y a él y su cuchillo, a la gloria
del culto cinéfilo.
Puedes no saberlo próxima Scream Queen, pero tienes una responsabilidad a cuestas. No me
refiero a administrar el contrato millonario, ni lidiar con la fama que gozarás
después de ganar el papel, tampoco evitar el olvido en el que caerás cuando el
público salga de la sala de cine. Tu verdadero reto es encarnar y dar rostro a la
normalización de la locura femenina en una cinta cuyos aficionados esperan verte
llorar, sangrar hasta la última gota y finalmente morir por no haber sabido
jugar al Juego del Miedo, por no
haber sostenido con eficacia tu voluntad de vivir.
Pareciera fácil hacerlo, “todas las actrices lo hacen” podríamos pensar, sin embargo, lo
cierto es que no cualquiera se convierte en una Scream Queen.
Scream Queen, o Reina del Grito es un anglicismo usado
en la industria del entretenimiento para referirse a las actrices que han
participado en películas de terror, ya sea como víctima o como protagonista
femenina.
Son las caras nuevas, caras viejas, cabezas sin rostro donde
lo que importa es la boca y el grito que emanan y que viene desde lo profundo, desde
las entrañas, desde los recuerdos y las visiones de lo inimaginable, desde las conclusiones
sobre la anormalidad que han observado y que los demás, a pesar de la reiterada
insistencia, han ignorado. Son las locas. Es el grito desde la incomprensión,
desde la frustración del escape. Son las víctimas. Es el grito de la
persecución interminable, del entretenimiento que es la violencia. Son las
muertas. Objeto de culto, admiración y negocio. Son sus cuerpos los que gritan,
actrices que dan voz a las mujeres llevadas al límite, cuerpos que se cortan y
se coleccionan. Son centro de la tragedia y el ejemplo del estrés post
traumático.
Son las niñas poseídas, niñas malditas. Son las adolescentes
pecadoras e insumisas. Las jóvenes amantes y curiosas. Las madres desesperadas,
esposas incomprendidas. Las ancianas enloquecidas, sabias y guías de otras
mujeres que se inician en su trayecto por el terror.
Mujeres, mina de oro del género. Algunas con mayor gloria,
otras borradas por el tiempo, todas con una misma misión: Sostener que la
locura es su terreno y la muerte es su destino.
El miedo no es sólo una de las emociones básicas, el miedo
se transforma y se convierte en placer durante una función a oscuras.
Ineficaces son ya los monstruos, vampiros, brujas y hombres lobo. Lo de hoy,
dicen los que saben, es el terror psicológico.
¿Qué representa una Scream
Queen? ¿Cómo entender la normalización de la que son agentes? Hagamos una
radiografía de dos de los personajes clásicos a lo largo de estas páginas.
Juntemos los pedazos de sus cuerpos atravesados por el castigo y analicemos qué
es lo que quisieron decirnos a través de su grito.
“El Cuerpo de Cristo
te gobierna”: La poseída Regan MacNeil
Iniciemos con “El Exorcista” de 1973, La cinta que
revolucionó el terror en occidente y que tuvo a Linda Blair como la pequeña
Regan MacNeil, su protagonista.
La visión aguda es necesaria, un pequeño detalle es inscrito
en una escena difusa cuando la madre regresa de un día de filmación: El inicio
de la posesión de Regan ocurre el día de Halloween, la Noche de Brujas. El simbolismo
usado puede no ser accidental pues representa en sí mismo la transición entre
ambos fenómenos.
Pero ¿Qué se juega en esta escena? Michel Foucault
señala que es la figura de la bruja quien preparó el terreno para que
históricamente apareciese la mujer poseída como tecnología de control. A
diferencia de la bruja, a quien se le atribuye el pacto explícito y por
iniciativa propia con el diablo a cambio de poderes, la poseída es una
religiosa que carece de esa voluntad malévola y su cuerpo inocente es invadido
por un demonio sin que ella pueda evitarlo.
Pero Regan MacNeil no es para nada una religiosa, es
tan sólo una niña de doce años que desde la inocencia que le es concedida por
su virginidad, juega a la Ouija con el Capitán Howdy, quien es realmente el
demonio Pazazu, a quién se enfrenta el Padre Merrin años antes en África, y que
ha de realizar su exorcismo.
Para Foucault, la posesión implica la aparición de una
matriz de tres términos: La poseída, el demonio y el confesor, en este caso
Regan, Pazazu y los Padres Karras y Merrin. Coincidiendo con el autor, la
figura del confesor se desdobla sobre sí misma, puesto que primero estará el
buen confesor con licencia y luego el confesor que se vuelve malo, mismo que
llega a tal estado a través de los conflictos mismos de la institución
eclesiástica. La primera figura corresponde al Padre Merrin, la segunda al
Padre Demian Karras.
Ocupémonos de la poseída que es quien se resiste al
diablo. Aparece en ella una dualidad: lo que dependerá del diablo y ya no será
ella, convertida en máquina diabólica y otra instancia que será ella misma,
receptáculo resistente que contra el diablo hará valer sus propias fuerzas,
esto de acuerdo a Foucault. Pero en ella de acuerdo al autor, la voluntad está cargada con
todos los equívocos del deseo. La voluntad quiere y no quiere, se afirma y se
sustrae de inmediato.
La
voluntad de Regan parte de la curiosidad, lo malo es que dicen que la
curiosidad mató al gato. Es su madre, una actriz famosa y reconocida, quien deja
sola a Regan y su necesidad de experimentar. Chris MacNeil, mujer de fiesta y
erotismo es mostrada como una madre no dedicada al cuidado exclusivo de su
hija. La mala mujer es del ámbito público cuyo castigo será la culpa y el
remordimiento. Pero si la poseída no puede evitar serlo, su madre tampoco podía
evitarlo. En este caso la curiosidad infantil es y será castigada creando un
arquetipo en el cine: Los niños malditos, cuya época dorada aparecerá con el
cine de terror japonés, pero que en su occidentalización en la década del 2000
encuentran origen en Regan MacNeil.
Regan decidió jugar con el diablo, pero su voluntad de
hacerlo no puede ser considerada como la de las brujas ya que al interactuar
con el Capitán Howdy no existió un pacto con él, aunque pueda atribuírsele
responsabilidad por el ejercicio de su voluntad.
Podría pensarse también que los niños no son conscientes, no son sujetos de voluntad jurídica, por
lo que únicamente pueden ser vigilados, pero lo cierto es que es la sustracción
de su voluntad permite la disculpa del acto, ya que el hecho de jugar con la Ouija
representa la afirmación y la escena donde escribe “Help me” en su abdomen, la
sustracción, siendo este acto la resistencia observable al demonio.
Foucault señala que la posesión aparece en el núcleo
interno, donde el cristianismo se esfuerza por instalar sus obligaciones
discursivas, en el cuerpo mismo de los individuos.
Examen de sangre, electrocardiograma, pruebas de
reflejos y temperatura, se inicia el estudio del cuerpo de Regan. El saber de
la medicina ha dicho que todo mal se encuentra en las disfunciones orgánicas,
sin embargo, toda una mesa de médicos no sabe con certeza qué es lo que le
ocurre, la respuesta rápida es un “desorden de los nervios”, hiperactividad,
baja concentración. La cura son diez miligramos de Ritalín porque Regan “tiene
trastorno por déficit de atención e hiperactividad”, dice el que dice que sabe
pero que en realidad no sabe “tal vez tiene sobrereacciones por la depresión”. Cabe
resaltar que ese médico hablante aún no es el psiquiatra, pero la medicina,
saber cuyo objeto de control del cuerpo tiene que dar un diagnóstico para no
mostrar que puede ser rebasado en su conocimiento y gobierno de la corporalidad.
Antes de perder la batalla contra el demonio por el cuerpo de Regan, prefiere
introducir a la iglesia a la matriz de la disputa.
¿Y si el cuerpo y su fisiología no dan respuestas? Entonces
las darán la conducta observable. “¿La niña dice groserías? ¿Mentiras? ¿Tiene
interés por la sexualidad?” “No se preocupa por ello”, responde la madre. La
conducta debe ser confesada por medio de la vigilancia a la que la madre está
obligada por el hecho de serlo.
Pero es sabido que ese cuerpo está dotado de capacidad
sensitiva, que el individuo está sujeto al dispositivo de la sexualidad que
sugiere que se exploren los cuerpos pero a la vez castigar el hecho, una
adolescente no sería la excepción.
Regan aunque es mujer, es perseguida como cualquier
otro niño masturbador porque en esencia última el cuerpo de las mujeres está
histerizado, saturado de deseo y es la base de las demás persecuciones del
dispositivo. Por tanto, el comportamiento sexual de Regan hasta este punto es
preponderante.
Si ella no presentaba interés por la sexualidad ¿qué
pasa con la transgresora y espanta morales, escena de la masturbación con el
crucifijo?
La posesión es una impregnación que se efectúa por
medio de un juego de pequeños placeres, de sensaciones imperceptibles, de
minúsculos consentimientos, de una pequeña complacencia permanente en que la
voluntad y el placer se enredan uno en el otro y, en cierto modo, se retuercen
uno alrededor del otro y producen un engaño (Foucault, 2001).
Es claro que la
masturbación de Regan no fue una sensación imperceptible, su cuerpo sangra y
escurre como muestra del desbordamiento de su sexualidad, y si es cierto que no
presentaba interés alguno en ello, el demonio Pazazu es quien le muestra el
placer sexual. Podemos pensar que el diablo la penetra a través del crucifijo
mostrando el interés incongruente en silencio y habla, de la religión cristiana
por la sexualidad. Y, aunque la bruja es aquella que es poseída sexualmente de
acuerdo a Foucault y no la mujer posesa, cabe la duda razonable si Regan utilizó
al diablo para satisfacerse o si esto fue obra demoniaca. He aquí el juego del
engaño al espectador.
Regan-demonio va más
allá, obliga a su madre a besar su vulva. En el acto el diablo confronta a su
madre con su propio comportamiento erótico. La familia burguesa saturada de
deseo se hace presente con la prohibición del incesto, dejando ver que la
concepción religiosa del acto corresponde al pecado. Así, el demonio señala la
hipocresía de la institución eclesiástica, el demonio no teme a la patologización
de la perversión sexual, comulga con el Marqués de Sade y coloca a la niña como
objeto de deseo y agente activo de su propio deseo.
Y sobre la hipocresía
y las inconsistencias internas de la institución, encontramos al Padre Karras,
el desdoblado confesor malo.
Demian Karras es el
asesor psiquiátrico de la iglesia local. Especializado en el saber de la
medicalización, concibe al exorcismo como una práctica arcaica y
contraproducente para la salud de Regan. Sabiendo que la psiquiatría se ha
hecho cargo de aquello que la iglesia no pudo resolver, es decir, la locura y
específicamente la convulsión, el padre Karras se ofrece como psiquiatra de
Regan a pesar de que la madre lo solicita como sacerdote. Pero al descalificar
al exorcismo, el padre reniega de la efectividad de la iglesia. Encrucijada.
Karras debería dar respuesta a la posesión, es sacerdote y psiquiatra. Sin
embargo, el estudio de la convulsión sirvió a la medicina para señalar la magia
y misticismo de la que se envuelve a la iglesia ¿A quién entregará el cuerpo de
Regan? ¿A Dios o a la medicina? ¿Cómo saber cuándo se cruza la línea? La
efectividad de la competencia profesional se pone en juego ¿La mejor opción era
que un sacerdote psiquiatra realizara el exorcismo o era preferible que la
batalla por el cuerpo se llevara a cabo por entidades separadas? No se puede
servir a dos amos.
A pesar de lo
anterior, estas preguntas que quizá no fueron planteadas por quienes deciden
enviar a Karras, el alto costo de imagen y reputación que representa a la
iglesia realizar un exorcismo en pleno siglo XX será pagado por medio de Karras
y su saber científico, ya que es en él donde se depositará la justificación del
acto como moderador interno.
Karras es un hombre de
lucha, es boxeador además, se supondría que el debería tener la fortaleza
requerida. No obstante, los médicos, una vez agotados sus recursos, legitiman
el uso del exorcismo al considerarlo un acto de sugestión que provocará mejoras
en el sujeto que tiene, según su conocimiento, posesión sonambuliforme.
El límite de la
psiquiatría y la religión que muestra “El Exorcista” radica donde el otro ya no
puede controlar la convulsión, son entrada y salida de un mismo círculo. El
padre Karras será confesor por ambos roles, pero no es un médico laico del todo
ni es tampoco un buen sacerdote y mucho menos se encuentra con plena fortaleza.
Uno de los preceptos religiosos
más difundidos es la ayuda al menesteroso, mismo que no es seguido por Karras
cuando se descubre el abandono en el cual mantenía a su madre y que es
evidenciado por el demonio, demostrando que aquél que intenta sacarlo del
cuerpo de Regan, se encuentra también habitado por la maldad de la que es parte
al no haber ayudado a su madre, al no cuidar el templo de Dios que es el cuerpo
y que él contamina con alcohol y cigarro. El Padre Karras ha perdido la fe en
la iglesia y el diablo lo sabe.
Si la convulsión de
Regan “no deja de ser en los términos de la dirección de conciencia, aquello
mediante lo cual va a sublevarse corporal y carnalmente contra sus directores,
al extremo de entramparlos y contraposeerlos” (Foucault, 2001), la sublevación de
Karras a la iglesia no es suficiente con
enunciar la pérdida de la fe. Es necesario ir más allá.
De acuerdo a Foucault “hay
que romper ese mecanismo en el que la dirección se invierte y se embrolla. En
esa medida, hace falta un corte radical que transforme la convulsión en un
fenómeno autónomo, ajeno, completamente diferente en su naturaleza de lo que puede
pasar dentro del mecanismo de la dirección de conciencia. Y esa necesidad, se
volverá tanto más urgente en la medida en que las convulsiones se articulen más
directamente en una resistencia religiosa o política”.
Por tanto, no basta
que el demonio dirija la conciencia de Karras al hablar con la voz de su madre
y recriminarlo. Es notorio que el padre no es capaz de separar y ser eficiente
como sacerdote, psiquiatra y persona a la vez, y es que su presencia allí poco
tiene que ver con Regan y la labor cristiana, tiene que ver más con la búsqueda
del exorcismo de sus propios demonios después de la muerte de su madre. Si la
conciencia es justo el origen de su malestar, Karras busca crear su propia
convulsión como síntoma de la resistencia religiosa, pues dice Foucault que es “la
liberación automática y violenta de los mecanismos fundamentales e instintivos
del organismo humano”. Tomando del cuello a Regan, pide a Pazazu que se apodere
de su cuerpo. Una vez poseído Karras, lucha contra el demonio y sí mismo. En el
caos todos pierden, se lanza por la ventana y acaba con su vida.
Karras falló, El Padre
Merrin lo dijo por él: “Gracias a Dios mi voluntad es débil” y esa debilidad
fue evidente al permitirse escuchar al demonio. El sacerdote que no debe
ensuciar sus oídos con el contenido de los pecados del confesado y que sabe
gracias a su entrenamiento de esta técnica de control básico, sucumbió ante el
deseo de escuchar a su madre. El buen confesor con licencia, el Padre Merrin se
lo dijo: “El demonio mezclará realidad con engaños”. Pazazu sedujo a Karras.
“El punto es hacernos desvariar, rechazar la posibilidad de que Dios nos ama”,
pero como dice con sabiduría cierta canción: “Dios odia a los cobardes” y la
biblia le da la razón: “Dios vomita a los tibios”. Karras fue cobarde y tibio.
¿Cuál es el legado simbólico
que deja “El Exorcista” y que sigue vigente en la actualidad? La importancia
del falo en la posesión. Las mujeres son generalmente las poseídas, los hombres
no.
El cine de terror como
cualquier otro género construye subjetividad, y a su vez, retrata a la sociedad
desde la relación entre su realidad e imaginario social. Es también una forma
de ordenamiento. Por tanto, fílmicamente un hombre que hace pacto con el diablo
en la mayoría de las ocasiones se encuentra motivado por la seductora idea de
expandir su poder, acrecentarlo mejor dicho, ya que debió ser poderoso desde un
principio para entablar una negociación con el diablo. Es poderoso desde la
idea de que los hombres tienen falo y por tanto las mujeres son las carentes, los
hombres son los seres omnipotentes, y si un demonio entra en él, no se considera
poseído, la interpretación dada es que el hombre se convirtió a sí mismo en
demonio bajo la concepción de que es tan poderoso que incluso tiene el poder de
controlar al demonio. Por tanto, ese hombre con el demonio dentro no es
significado por el público como alguien a merced de otro.
El poder ganado trae
consigo admiración, expande su misión masculina de dirección en colaboración de
otro demonio, que por supuesto debe ser también masculino, ya que las mujeres
demonio son vistas sólo como aquellas que tientan, que ofrecen poder a través
de su sensualidad, son el extremo de Eva, son la serpiente.
En “El Exorcista”
Regan no tiene falo pero el padre Karras sí. Regan como mujer es carente,
incompleta y por esa falta es que el diablo puede entrar. Pero Karras no está
incompleto, por eso si el demonio entra en él es porque él mismo se lo pide.
Karras puede enfrentarse al diablo porque ambos son hombres, ambos tienen poder
y puede expulsarlo de sí mismo.
Pocas son las
películas donde un hombre es poseído, sin embargo, en “Posesión Infernal”,
remake de 2013 de The Evil Dead, ocurre una confirmación de lo anteriormente
dicho. En la película son cinco protagonistas, tres mujeres y dos hombres. Es
uno de ellos quién despierta al diablo pero éste no lo posee a él en primera
instancia, invade el cuerpo de la mujer que se encuentra rehabilitándose de su adicción
a las drogas.
Es el hermano de esta
mujer aquél que funge como combatiente del demonio y se encarga de la
protección de las demás. Todas ellas son poseídas. El otro hombre muestra un
vínculo homoerótico con el hermano, es también poseído.
La diferencia entre
estos dos hombres es que el hermano no responde a la homoerotización. Este acercamiento
con la feminidad es el vehículo que permite su posesión. La masculinidad de
este hombre se pone en duda y por ello pierde el falo con su condición de
hombre no completamente heterosexual. La incompletud permite que otro hombre lo
posea.
El hermano pide al demonio que entre en él porque él
si puede derrotarlo. De esta forma se inscribe que el poder pertenece a los
hombres y las mujeres únicamente lo tendrán siempre y cuando un demonio
masculino con el poder de su falo, entre en ellas.
Linda Blair fue nominada al Oscar y ganadora del Globo
de Oro por su interpretación de Regan MacNeil, sin embargo, Linda Blair, una de
las primeras Scream Queen nunca pudo consolidar
su carrera. Regan ha perdido su nombre en el imaginario social, es llamada simple
y popularmente como “la niña del Exorcista”, porque la locura no tiene nombre
propio, el paciente es sólo eso, la psiquiatrización difumina las identidades y
los convierte en “casos”, en subjetividades de expediente, uno de tantos. Poco
importa que la historia de Regan se haya basado en la posesión de un hombre
adolescente de 14 años, queda confirmado que políticamente luce más que sean
las mujeres las locas.
La
Sangre Histérica: La locura de Carrie White.
Tres años después de Regan MacNeil, aparece nuestra
siguiente Scream Queen, Carrie White,
interpretada por la ganadora del Oscar Sissy Spacek. Carrie (1976), es la
primera adaptación cinematográfica del primer libro de Stephen King y que
habría de catapultarlo como “Maestro del terror”. Existe también el remake de
2002 hecho para la televisión con Angela Bettis en el rol principal. “La Ira: Carrie 2” presentó a Rachel, la
media hermana de Carrie, y próximamente a estrenarse en otoño de 2013, vendrá una
nueva versión de la historia original. Sin duda, es un personaje que ha creado
un arquetipo en sí misma y un hito del género, pero ¿quién es ella? ¿Qué es lo
que su cuerpo grita?
Carrie es una adolescente próxima a graduarse de la
escuela secundaria. Como las brujas, su cuerpo se encuentra marcado, el
desaliño es la muestra de su rareza, es la cara que se oculta detrás del mechón
de pelo en los ojos, las piernas vírgenes debajo de las faldas largas. Un día,
después de las clases deportivas decide ir a las duchas de la escuela. El agua
cae sobre su cuerpo y frota placenteramente sus senos, es quizá el único
momento en el que se siente dueña de sí, lo que no esperaba es que en ese
momento menstruaría por primera vez enfrente de todas sus compañeras, las
mismas que saben, dicen y señalan que es Carrie la loca.
Aparece la sangre, el simbolismo más frecuente de la
cinta. Emana desde la naturaleza de la mujer a su encuentro con el significado
social. “Tapónalo”, “tapónalo”, gritan
las compañeras quienes le lanzan toallas sanitarias y tampones. Ellas lo saben,
no es bien visto que algo salga de la vulva si no es un hijo, en su cuerpo sólo se puede entrar. Carrie
grita histérica. Su madre, la fanática religiosa, nunca le habló acerca de la
menstruación, ella no estaba dispuesta a ver la diferencia entre inocencia e
ignorancia. Carrie cree que está muriendo, es grito de la angustia por el
propio cuerpo.
La sangre es el inicio de la sexualización explícita. Permite
que el espectador observe la impureza de la supuesta mujer pura. Se asocia la
sangre con el horror, pero no es como se presenta generalmente en el cine de
terror. No viene desde el apuñalamiento o la amputación, viene desde el órgano
sexual de las mujeres, con lo cual, se apareja que el cuerpo de la mujer
esconde horrores inimaginables que ni siquiera ella conoce.
Podría parecernos sorprendente que Carrie no conociera
los procesos de su cuerpo, pero lo cierto es que esa carne nunca le había
pertenecido hasta este momento. Su cuerpo era materia de la madre y objeto de
placer de los otros, no un placer sexual, sino del regocijo que surge desde
visualizarse mejor que alguien y evidenciarlo, es el regocijo de la jerarquía y
el sometimiento.
Pero la crisis de ansiedad no vino sola, se acompañó
del inicio de sus poderes telequinéticos. Esto nos deja ver que en la cinta, la locura tiene
como origen una angustia sexual.
Las relaciones de Carrie White son peculiares. Michel
Foucault señala que una técnica de control implica lo que el individuo se
apropia para controlarse a sí mismo, se subyuga y se ve atrapado por el
dispositivo, el cual genera tipos de individuos específicos. El sujeto se
encuentra atado a su identidad, al conocimiento de sí mismo, al control de los
otros sobre él, posicionándolo dentro de relaciones de poder. El poder sólo
existe en tanto relación y la relación lo es todo. ¿Cuáles son las relaciones
de poder de Carrie?
La religión - y su madre Margaret como agente directo
- han creado a Carrie como un sujeto específico controlado, aislado de la libre
convivencia y acto, atada a la culpa del simple pensamiento. Su madre, al igual
que Dios, todo lo ve y todo lo sabe. Es el panóptico religioso, la confesora
omnipotente que no necesita el discurso de Carrie para saber sus pecados porque
“los jóvenes viven en una era sin Dios”. “Eva fue débil y la castigó con la
anatema de la sangre”. Incluso sostiene que si Carrie nunca hubiese pecado con
la lujuria, nunca habría menstruado. La sangre es su prueba de que la sexualidad
está maldita y por ello Margaret ha decidido alejarse de ella.
El poder pastoral rige el vínculo de madre e hija. La
familia en este caso específico resulta más totalizante que individualizante en
su ejercicio de poder como institución.
La relación de poder que la madre quiere establecer con
su hija es la dominación absoluta, la total redención a Dios, pero Carrie
ejerce resistencia. El encuentro con su sexualidad la dota de algo nuevo que le
es propio y que no desea compartir con su madre. El impacto de la sangre la
conecta con otra realidad que es ella misma. El conocimiento de sí que tiene la
adolescente a partir de este momento es que ella es “rara y no quiere ser como
su madre”.
Ha sido dividida en su interior como de los otros, lo
cual la ha objetivado como “la loca”. Sabe que la religión ha sido la
tecnología de control utilizada con ella y que la ha convertido en un sujeto
que por ganar la gloria eterna, ha perdido la dicha terrenal, pero la lucha de
resistencia al poder no se dirige al enemigo principal, sino al inmediato, en
este caso es su madre.
La resistencia de Carrie hace que se cuestione su
propio estatus, enfocándose en aquello que la ha hecho diferente y separada de
la vida comunitaria, la respuesta que encuentra es su propio temor a los otros,
pero es temor recíproco, los otros también le temen por su rareza. La
individualización que ha hecho su madre la ha convertido en su propiedad privada.
Sin embargo, cuando lo grita a su madre ésta la acusa de ser una bruja pues no
sólo ha reclamado, ha vuelto a mover los objetos con el poder de su mente. Esto
no puede ser tomado como una coincidencia en las películas de 1976 y 2002, ya
que la resistencia al poder se asocia inmediatamente con locura, si ella está
loca su lucha debe ser desestimada ¿Cuándo se ha visto que en una película de
terror una mujer sea creída? Sus conclusiones siempre tienen que ser validadas
por la figura masculina protagónica, pero en Carrie, ésta no existe.
Por otro lado, puede ser que Carrie no haya tenido un
pacto explícito con el diablo, pero para la madre “después de la sangre vienen
los hombres”. Si Carrie tiene poderes es porque necesariamente ha pecado de
lujuria con el mismo diablo, hombre por supuesto. Su hija pasa a ser de la
clase de mujer que se llevó a su esposo cuando fue tentado (esto en la versión
de 1976, ya que en el libro y en la versión de 2002, el padre muere antes de
que Carrie nazca). Por tanto, se exhibe que toda mujer que tenga algún
acercamiento con la sexualidad ocupa el lugar de la prostituta.
La función de la madre poderosa es también vigilar y
castigar. Cuando Carrie le dice que Tommy Ross la ha invitado al baile de
graduación, la toma del cabello arrastrándola por la casa y la encierra en el
cuarto de castigo para rezar, sin embargo, la escena habla por sí sola. Dentro
se encuentra una figura de Cristo con rasgos sumamente similares a los de
Margaret. Su madre es Dios Padre, hijo y espíritu santo. Si la deidad es
todopoderosa, la relación con Dios-Madre debe ser total también, la angustia
por la sexualidad es compartida como producto de la simbiosis materna. Ambas
están saturadas de sexualidad, del cuerpo de Carrie emana y en el cuerpo de
Margaret se encuentra recubierta por el vestido, por ello es comprensible el
impacto vivido al ver a su hija en el vestido de graduación mostrando parte de
sus senos; se aterra porque la confronta con aquello que nunca quiso ver de sí
misma. La madre siempre está hablando de sexo aunque no lo mencione.
Pero el poder requiere de un saber que lo legitime, se
vale de él y además es su producto.
Como acto de resistencia y separación de la madre,
Carrie investiga en la biblioteca el origen de su poder y se encuentra con el
concepto de telequinesis y sus implicaciones.
Para ella poco importa si la parapsicología es un
saber científico o no, para efectos prácticos es un saber y se desdobla con
todos sus efectos. Pasa de una matriz de control a otra, de la religión al misticismo,
pero para ella es un desplazamiento propio y le da un nuevo conocimiento de sí.
Al conocer y aceptar su condición de telequinética,
comienza a practicar sus habilidades (lo cual no es mostrado en la película de
1976, sin embargo es un elemento importante del libro y que sí se muestra en la
versión fílmica de 2002). No existe un pacto con el diablo, no es una bruja
clásica, sin embargo no es posible dejar de subrayar que sí acepta el poder sobrenatural
que le es dado. Es la única forma posible en que Carrie se apropie de su cuerpo
hasta ese momento.
Más tarde, la Señorita Desjardin (Collins en la
versión de 1976) le muestra a Carrie el potencial de belleza que posee. A
partir de ello, por primera vez pinta sus labios y confecciona su vestido de graduación
con un escote pronunciado. Al verlo su madre le dice:
- Rojo,
debí saber que era rojo (color de la sangre y generalmente asociado a la
sexualidad).
- No es
rojo mamá, es rosado.
- Desde
aquí puedo ver tus sucias protuberancias.
- Se
llaman senos mamá, senos. Todas las mujeres lo tienen, tú también los tienes.
Con ello, Carrie intenta evidenciar la simbiosis
sexual que viven, pero bien dice Marcela Lagarde que las madres ven en las
hijas el reflejo de la propia traición femenina. Para la psique de Margaret, la
ofensa de Carrie no es hacia Dios, es hacia ella porque se atreve a ir a donde
ella se ha negado. La traiciona en el pudor, la castidad y la abstinencia.
La madre la incita a quedarse, podrán rezar e implorar
perdón. “Quemaremos el vestido juntas” le dice, para con el fuego purificarse
como la bruja que ve en ella y por la simbiosis también en sí misma. Pero ante
el poco convencimiento le grita repetidamente “Se reirán de ti”, mientras se
jala el cabello con fuerza. Llena de ira, Carrie lanza a su madre a la cama dos
veces. Claramente intenta con desespero romper la fusión con ella haciéndose
cargo de su propia sexualidad, dejándola sola con su represión. Stephen King y
los directores de las versiones, nos muestran que la insumisión de la hija tarde
o temprano deberá ser castigada.
La adolescente asiste a la fiesta de graduación, sin
saber que Chris Hargensen, antítesis de Carrie, le ha tendido una trampa al
postularla como reina del baile. Durante la noche, Carrie se relacionará con
los otros positiva y satisfactoriamente, aprenderá a bailar y será besada por vez
primera por el guapo Tommy Ross, quien parece olvidar que ha llevado a Carrie
al baile como favor a su novia Sue Snell.
El placer, la transgresión, la separación de la madre
y la sexualidad se coronan. El público le aplaude y Chris Hargensen jala la
cuerda que se encuentra atada a la cubeta llena de sangre de cerdo que se
encuentra estratégicamente arriba de Carrie. La sangre cae sobre ella, el balde
de sangre fría la conecta de nuevo con la realidad. “Se reirán de ti”, la voz
de su madre le da vueltas. Carrie ha pagado el precio de ser normal, porque
serlo siempre implicará un costo de sujeción. El grupo de los normales se
protege y se protegerá a sí mismo marcando el límite de exclusión al aspirante.
Y es que una vez que la etiqueta de anormalidad se instala, la sociedad marca
que ya no hay vuelta atrás.
Entre la gente, Carrie mira a la Señorita Desjardin
riéndose también. La mujer que la incitó a vivir su sexualidad también se
burla. La bruja sin pacto comienza su venganza y cierra las puertas para que
nadie salga, sabiendo que lo único que no debió dejar salir fue su propio
deseo.
Carrie incendia la escuela con todos dentro. El fuego
utilizado para purificar a las brujas será inútil para purificarla a ella pues
la sangre sigue sobre su cuerpo, marcando que disfrutar la sexualidad está
prohibido para las mujeres, pero a la vez la escena nos señala que todo
malestar tiene un origen sexual, ya que si ella hubiese vivido con plenitud
ésta área nada hubiera ocurrido tal vez; la contradicción es la paradoja del
dispositivo de la sexualidad.
La sangre marca también que las madres siempre tienen
la razón cuando vigilan y castigan; que cuando eres una anormal debes ser
neutralizada y castigada; su cuerpo con todo y habilidades telequinéticas es
material de política de salud pública, Chris Hargensen fue el agente sanitario.
El libro, a diferencia de la película de 1976 y 2002,
gira sobre preguntas clave ¿Había un instinto de maldad en Carrie White? ¿Hubo
algo que la enloqueciera, y si es así, dónde está el origen? ¿Hasta dónde llegó
la voluntad de Carrie? ¿Es víctima o victimaria?
Las respuestas a las preguntas anteriores serán
diversas dependiendo desde donde se le aborde. Si conceptualizamos la
telequinesis de Carrie como un posible síntoma de origen sexual, o si pensamos
que tenía dificultades en habilidades sociales o bien de control del enojo,
represión sexual o un largo etcétera, se sigue pensando en simple patología
lineal, encontrar la causa para comprender el efecto, buscar algo que se pudo
normalizar en algún momento en Carrie si hubiese recurrido al psiquiatra. Pero
ni en las películas ni en el libro hubo intento alguno de normalizarla, ya que
ni siquiera el deseo de Sue Snell de ayudarla forma parte de lo que entendemos
en la actualidad por rehabilitación. Es más, ni siquiera la madre es
esquizofrenizante como es conceptualizado por el modelo sistémico de terapia
familiar. No, la función de Carrie cinematográficamente no es verla como un
caso de posible cura, su función es sentar un precedente en la peligrosidad de
la furia femenina, en lo peligrosa que es la menstruación y la desobediencia a
la madre.
Carrie White regresa a casa después de matar a Chris
Hargensen e incendiar a casi todo el pueblo que no la aceptó (esto sólo en el
libro y la película de 2002, la de 1976 omite este acto).
Lava la sangre y se viste de blanco, pero Carrie no
recupera con ello la pureza perdida. Es momento de la confesión. Su madre
cuenta como cierta noche su esposo llegó con olor a cantina y la miró
lascivamente, ambos rezaron implorando fuerzas pero sucumbieron al deseo y su
madre, lo disfrutó, gozó del sexo por primera y última vez. Así nació Carrie,
hija del pecado y la debilidad de los cuerpos que se atrajeron. “Debí haberte
devuelto a Dios cuando naciste”. La adolescente cuenta la humillación que sufrió
y pide a su madre que la abrace, momento que ella aprovecha para apuñalarla y
con ello hacer lo que piensa que debió hacer desde el principio: Matar a la
bruja.
Pero Carrie no pudo separarse totalmente de su madre,
si ella muere su madre lo hará también. La simbiosis convierte a Margaret
también en loca.
En el libro y la película de 2002, Carrie mata a su
madre provocándole telequinéticamente un paro cardiaco, sin embargo, en la de
1976 que es la versión que crea el arquetipo de la loca vengativa y la que se
ha quedado en el imaginario social, Carrie apuñala a su madre en las manos y en
el torso, dejándola en la pose de San Sebastián, intercambiando las flechas por
cuchillos. Posterior a esto, la casa se derrumba sobre ambas. No obstante en la
historia original y en la versión de 2002, llueven piedras sobre la casa de
Carrie, mismas que acaban por destruirla.
Es sabido popularmente que Jesucristo salvó a una
mujer que iba a ser apedreada por pecadora, y que finalmente es redimida y
purificada. Pero con Carrie no hubo reparo de la falta, las piedras caen del
cielo lo cual inscribe y nos muestra que la loca no tiene salvación divina ¿Por
qué? Porque posiblemente la voluntad de Carrie si fue asesinar a sus
compañeros. La invención de la voluntad es siempre un atenuante en el delito. Si
esa fue la voluntad de Carrie se legitima entonces que Margaret haya querido
matar a la bruja, la muerte de Carrie fue un bien a la humanidad visto desde
esta perspectiva, o al menos así lo ve el pueblo y el propio Brian de Palma,
director de la cinta de 1976 quien finaliza la película con Sue Snell caminando
hacia la tumba de Carrie donde se lee “Carrie White arde en el infierno”. Tal
vez así, y sólo así, Carrie descanse en paz.
|
Julianne Moore como la próxima Margaret White en Carrie (2013) |
Finalmente, Carrie es por excelencia la mujer
histérica del cine
Tanto Regan MacNeil como Carrie White son dos de las
más grandes Scream Queens que ha
tenido la industria del entretenimiento. Muchas actrices han venido y han
normalizado lo propio, como Jamie Lee Curtis (Halloween), Neve Campbell
(Scream) y Sarah Michel Gellar (Sé lo que hiciste el verano pasado, La
Maldición), son las jóvenes que después de tener relaciones sexuales serán
perseguidas por un asesino. O bien, Nicole Kidman (Los Otros), Naomi Watts (El
Aro), Vera Farmiga (La Huérfana) y la mítica Mia Farrow (El bebé de Rose Mary)
como las madres desesperadas a las que nadie ayuda a escapar de la persecución
del mal, porque por supuesto están locas.
Son las Scream Queens las mujeres pagadas por hacernos
pensar que la violencia es divertida e incluso sexi ¿Será el cine de terror
otra tecnología de control? Muy probablemente lo sea, como casi todo.
He de decir que en realidad he visto pocas películas
de esas que todo el mundo ve y mucho menos aquellas que ganan muchos premios en
festivales rarísimos y que terminas viendo en la universidad cuando los
maestros no quieren dar clase. Pero si algo ha pasado por mis ojos, son horas y
horas de mujeres gritando en el cine. Las he oído mientras como palomitas o es
noche de insomnio. Un poco cansado de ver siempre la misma historia con
diferentes actrices, me pregunto por qué todas las historias son iguales en
esencia. Para comprender al poder es necesario revisar los antecedentes
históricos que han permitido la aparición y mantenimiento de sus diferentes
tecnologías.
Carrie y El Exorcista aparecen en los años
setentas, justo con la tercera ola del feminismo ¿Será que su éxito tenía la
función de desestimar el discurso femenino o es una duda muy paranoica? No lo
sé, sin embargo por primera vez creo que comienzo a escuchar con atención qué
es lo que dice su grito. Me doy cuenta de que es un buen ejercicio ver a las
mujeres, la sexualidad y la enfermedad mental en la vida cotidiana. Por
supuesto, mucho hay aún que decir de ellas, sin embargo, Carrie y Regan MacNeil
son un buen comienzo cuyos efectos aún vemos cada semana en las carteleras del
cine.